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Foto del escritorEl DoQmentalista

El Callejón de la Buena Muerte

Se rumora que hace mucho tiempo, por la calle Alameda en la ciudad de Guanajuato, México. Vivió una anciana con su nieto. Su situación económica era precaria y subsistían pidiendo limosna. Ambos vestían con harapos, pero siempre muy limpios; la comida era poca y su casa solo un cuartito.

Aun así, alegraba su miserable existencia al hacerse compañía.Con el paso del tiempo, la anciana empezó a sentir el peso de los años, y le preocupaba morir dejando al pequeño desamparado. Pero la vida quiso otra cosa, el niño enfermó gravemente, la pobre mujer no tenía el dinero suficiente para llevarlo al médico, así que hizo lo que podía, rezar, día y noche sin descanso, le pedía a Dios que no se lo llevara, la muerte ya estaba muy cerca, así que los ruegos llegaron primero a sus oídos y apareciendo frente a ella le propuso un trato. Dejaría al niño, a cambio de su vista, cosa que la anciana aceptó sin dudar.

Desde entonces su nieto le sirvió de lazarillo, y la gente al ver ese triste cuadro, aumentó sus limosnas.Pasó el tiempo y fue ella la que enfermó; el niño le preguntaba a quién debería rezar para evitar su muerte, pues temía mucho quedarse solo. La ancianita le contó que al nacer él, su madre había muerto y que, desde entonces, ella había vivido para cuidarlo y quererlo.

En medio de las pláticas finalmente se quedaron dormidos y, en el sueño, la anciana volvió a ver a la Muerte; toda vestida de negro mostrando su esquelética figura esquelética, le anunció que venía por ella, la viejecita le suplicó que la dejara un tiempo más, entonces la Muerte pidió a cambio los ojos del niño, pero esta vez la anciana no aceptó, no quería que el pequeño sufriera.

La Muerte propuso entonces algo más, podía llevarse a los dos para que estuvieran juntos por siempre. La anciana aceptó, pidiéndole que lo hiciera en ese momento porque el niño dormía y así no sentiría nada.

Se los llevó la Muerte al otro mundo, juntos, y en ese mismo instante, las campanas del templo cercano repicaron de una manera misteriosa, con un sonido que nadie conocía. Al amanecer los vecinos se dieron cuenta de lo sucedido, pensando que la ancianita y el niño habían muerto de frió.

Con el tiempo se dijo que la Muerte rondaba el callejón, que se veía por las noches flotando alrededor del cuartito donde vivían aquel par de desdichados; y una vecina corrió la voz de que aquello pasaba porque fue la misma viejecita quien pidió su presencia para que se los llevara juntos.

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