Desde los hermosos paisajes de los pueblos costarricenses y panameños, he localizado, por sugerencia de algunos de ustedes, una gran leyenda, que sí bien no he podido precisar su origen, sí que he encontrado varias versiones de esta. Se trata de la leyenda de una pobre o malvada mujer que, se dice: alza vuelo y cae sobre las personas sí se encuentran en pecado mortal, seduce a los hombres con sus enormes senos y los atrae para devorarlos y esta condenada a vagar cerca de los rios para expiar sus terribles actos.
Yo Soy El DoQmentalista… y esto es: La Leyenda De La Tulevieja
En días remotos, las mujeres de Costa Rica tenían el hábito de usar sombreros de paja en la cabeza, que eran muy característicos y prestaban atención a sus formas puntiagudas. Los llamaban sombreros de "tule". Generalmente estaba renegrido por las manchas de platano o de café. Les servía para librarse del sol o la lluvia, y también de los insectos, especialmente de las avispas que suelen enredarse en el pelo y constituyen una mortificación.
Version 1
La primera version nos cuenta que, esta era una viejita que vivía cerca del río Virilla en una casucha destartalada por el tiempo, usaba para taparse del sol un gran sombrero de “tule”.
¡Se lo va a llevar la vieja de la tule!, decían a aquellos niños que amedrentados huían al verla recogiendo leña cerca del río. Al pasar de los años, ésta se convirtió en una leyenda describiéndola de la siguiente manera:
“Gran sombrero de tule, pechos al desnudo, patas de gavilán, alas de murciélago, rostro de bruja y carga de leña.” Se dice que alza vuelo y cae sobre la persona despedazándola cuando esta se encuentra en pecado mortal.
La Tulevieja era una señora entrada en años y mañas. Se dice que hasta dormía con el sombrero puesto, deformado, sucio, con un aspecto de chupón.
La gente burlona le puso el apodo de Tulevieja, y se complacían en molestarla. Ella entraba en enojo y, si tenía una rama a la mano, corría tras ellos, tratando de alcanzarlos para darles su merecido.
La Tulevieja iba a los cafetales a buscar “charramasca”, o sea, leña menuda. De paso, cargaba un racimo de plátanos sobre su cabeza. El tule, cada día más renegrido.
Un día el viento le voló el sombrero que cayó sobre las turbulentas aguas del entonces crecido río Tiribi, arrastrándolo en su corriente. Ella saltó en su persecución. La fuerza del agua de la gran creciente la ahogó.
Versión 2
Según la leyenda panameña, La Tulivieja era una hermosa joven casada con un importante empresario. La pareja tuvo un hijo pequeño. El marido prohibió a su esposa ir a fiestas y le ordenó que se quedara en casa para cuidar a su hijo. Un fin de semana en un pueblo vecino, iba a haber una gran fiesta. La mujer aprovechó el hecho de que su marido estaba fuera por negocios y decidió ir a la fiesta. Se llevó al bebé con ella, pero lo dejó bajo un árbol cerca de un río. Pensó que era un lugar seguro para dejar al bebé mientras bailaba.
Esa noche, una terrible tormenta azotó la aldea. Cuando regresó por su hijo, el bebé no estaba debajo del árbol. Empezó a llorar y a buscarlo, siguiendo el río. Dios se enojó con la mujer por su irresponsabilidad y la convirtió en una mujer fea con agujeros en la cara, patas de pollo y un pelo largo que cubría la parte delantera de su cuerpo. Según la leyenda, aparece en los pueblos o ciudades que están cerca de los ríos.
En el campo panameño, muchas personas que viven cerca de los ríos insisten en que han escuchado el grito de "La Tulivieja". Además, en la capital también hay historias de personas que dicen haber visto a esta horrible mujer, especialmente en el oeste.
Versión 3
La Tule Vieja era una mujer quien usaba sombrero grande hecho de tule, quien luego de parir a su hijo, no lo quiso y lo mató de hambre. Un día el viento le voló el sombrero que cayó sobre las turbulentas aguas del entonces crecido río Tiribi, arrastrándolo en su corriente. Ella voló en su persecución. La cabeza de agua de la gran creciente la ahogó. Ahora muerta, Dios la castiga a que se le hinchen los senos, siempre cargados de leche. Como suelta leche dulce, la persiguen las hormigas las que aprovechan cada ocasión para picarla. La Tulevieja anda de aquí para allá buscando niños que amamantar y así apaciguar su dolor.
Se dice que tiene patas de pájaro pero deja las huellas al revez para q no la puedan seguir y come carbón, por lo que se ven mucho sus huellas cerca de fogatas apagadas.
Versión 4
Existe una version recopilada por el Profesor César Elías Samudio y que hace referencia a la tierra dolegueña.
En Potrerillos había una familia que tenía tres hijos, dos varones y una mujer, que era muy bonita. En todas las fiestas del pueblo y de cualquier parte que la invitaran sus admiradores, le coqueteaba a todos los hombres y, al final se burlaba de ellos.
El tiempo pasaba y ella no dejaba de burlarse de los mozos del pueblo; lo único que parecía importarle eran las fiestas. Donde sonaba una lata, allí llegaba a bailar. Sus padres siempre le llamaban la atención y le preguntaban que por qué se burlaba de sus enamorados.
Siempre respondía ésta que había que gozar de la vida, que no pensaba casarse. Pero con el tiempo, un 22 de agosto, para unas patronales, llegó un vendedor de Panamá y la sacó a bailar. Y se enamoraron. Después de varios viajes que él hizo, se ajuntaron con el consentimiento de los papás de la muchacha.
Esa pareja llegó a tener un hijo, pero éste le salió enfermizo. la madre de la muchacha vivía regañándola, diciéndole que primero son los hijos y después los placeres de la vida, porque desde que el marido se iba ella también se alistaba e iba a parar al baile que le quedara más cerca.
Un día, también para una patronal, la mamá vio que estaba alistándose para el baile sin importarle que el niño enfermo tuviera más de una hora de estar llorando de hambre. Y como ésta la regañó, entonces cogió al niño y se dirigió hacia un ranchito que estaba más arriba de la casa principal, dizque a cuidarlo.
Pero ella no dejó al niño en el ranchito ni en casa de la mamá sino que lo llevó hasta la orilla de una quebrada y lo dejó allí. Y subió al caballo, que ya lo tenía listo, y se fue al pueblo.
El camino principal a Potrerillos tenía un desvío que iba directamente al río Pedro. Como quería llegar antes de que tocaran la primera pieza, comenzó a querellar el caballo y éste, al desbocarse, en vez de seguir hacia el pueblo, dobló hacía el río.
El camino era empinado, rocoso. El caballo se encabritó y la tumbó. En la madrugada, cuando ya la gente regresaba del baile, la mamá – preocupada – veía cómo empezaba a amanecer y ella no llegaba. Y entonces mandó a uno de sus hijos al pueblo para que averiguara dónde estaba.
En el pueblo, él comenzó a preguntar si alguien la había visto. Todos contestaban que no. Que era raro que la noche anterior no estuviera en el baile.
Él recordó entonces que su mamá le había dicho a su hermana, como a las ocho y media a nueve de la noche cuando salió, que no abandonara a su hijo, que Dios la iba a castigar porque los hijos eran lo más importante del mundo. Que son una bendición de Dios. Que por actuar mal con su hijo, Dios la iba a castigar.
Y comenzaron a buscarla por todo el pueblo pensando que estaba en otra cas con algún amante. Y pasó el día y la noche y no la encontraron. Entonces la buscaron por los caminos alrededores. Una comitiva cogió hacia el río y como a hora y media de camino antes de llegar al río, estaba el caballo tumbado, teso, con una de las patas delanteras quebradas.
En ese sector buscaron y buscaron. Sólo vieron un rastro de sangre hasta cierto lugar desde donde había desaparecido porque, como la ladera era rocosa, no quedaban más huellas. A medida que pasaban los días, la gente fue abandonando el rastreo. Pero los papás y sus hermanos sí la buscaban.
Ella al caer del caballo, estuvo muchas horas inconsciente. La mamá le pidió a Dios que a través de un sueño le dijera si estaba viva o muerta. Vino Dios y le contestó concedió el sueño. En una cueva vio a una mujer, de pelo largo, toda deforme, que no se dejaba ver el rostro.
Cuando despertó, sacó en conclusión que ese era el castigo que Dios le había dado a su hijas por aborrecer el fruto de sus entrañas y por desobedecerla porque, por el vestido que llevaba, no había duda de que se tratara de ella.
Unos quince días después, sin pensarlo, un señor encontró el esqueleto de un niño en un remanso de la quebrada, cerca de un pequeño rancho. Y le dieron cristiana sepultura. Desde entonces empezó a escucharse un espeluznante llanto de mujer por la orilla de la quebrada. Ya después eran bugidos que hacían retumbar la tierra.
Y la descripción que daba la gente era igual a la visión que tuvo su madre. Y la tulivieja, como la bautizaron, se cansó de buscar a su hijo bugiendo corriente arriba por todos los ríos y quebradas de potrerillos. Y después de que recorrió sin éxito esos parajes, se fue a otros lugares, a otras provincias.
Su maldición consiste en que después de recorrer todos los ríos y quebradas del país, tiene que volver a empezar en el mismo lugar donde dejó a su hijo abandonado. Por eso, de tiempo en tiempo sus coterráneos de Potrerillos la escuchan bugiendo por esos lares.
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